Historias del metro de Nueva York
Todo sucedió en el interior de aquel moderno vagón de
metro de la línea cinco, que me conduce diariamente desde la estación de
“Franklin Street”, hasta la de “Lincoln Center”, muy cerca de mi lugar de
trabajo.
A primera vista, aquel hombre me dio la
impresión de ser una persona normal y corriente, pero a medida que el convoy
enfilaba su recorrido, pude percatarme de que había algo extraño en él.
No es que el color de su piel me inquietara,
uno ya está habituado a convivir con personas de diferente tonalidad, negra en
aquella ocasión, ni que el casi metro noventa de estatura y los ciento veinte
kilos de peso, que parecía tener aquel tipo me intimidaran, es sólo que… hay ciertas cosas a
las que uno nunca se acostumbra.
En
un momento dado, el
hombre sacó de su bolsillo la fotografía de un niño de corta edad mostrándosela a los viajeros, al tiempo que comenzaba a
relatar los graves problemas de salud que su hijo estaba padeciendo, añadiendo
que ningún organismo público o privado, estaba dispuesto a hacerse cargo de los
gastos del tratamiento.
Tras guardar la foto cuidadosamente,
fue pasando al lado de cada viajero,
extendiendo su mano en demanda de ayuda.
Bueno,
obligado es decir que todos los viajeros del vagón mostramos nuestra más amplia
solidaridad, siendo conscientes del problema de aquel hombre, pero sobre todo,
al ver cómo con la otra mano sostenía fuertemente una “625 Smith & Wesson”,
mientras que con una amplia sonrisa, iba mostrando su agradecimiento a los
generosos donantes.